La experiencia educativa nos enseña que es necesario y posible motivar a los niños y a los adolescentes para aprender más y mejor, que la motivación aflora como energía impulsora del gran dinamismo del aprendizaje si promovemos un modelo, lo más coherente posible,  de actuaciones en la familia y en la escuela; si coordinamos deseos, refuerzos y facilitadores; si compartimos métodos, recursos y objetivos… y, especialmente, si confiamos en ellos y en su gran potencial… Éxito asegurado!

¿Nacen los niños motivados para aprender de forma natural por su propio “diseño de serie” y por la interacción con su entorno? Si es así… ¿por qué los datos parecen indicar que los niños y los adolescentes de hoy están cada vez más desmotivados por aprender, especialmente, en sus estudios escolares? ¿Por qué crece el número de padres desesperados por la desmotivación y la dispersión de intereses o malos hábitos de sus hijos? ¿Por qué la sociedad se escandaliza tanto de los malos resultados de los informes PISA y, por el contrario, coopera tan poco cuando más necesitamos de ciudadanos competentes, capaces de aprender colectivamente para superar la crisis actual? Pero no nos perdamos por las ramas de los efectos y tratemos de volver a las raíces y al tronco del asunto para plantearnos posibles soluciones.

Parece probado por la experiencia y por los estudios sociológicos que los hijos¨acompañados y en sintonía con los padres¨ que tienen un desarrollo educativo estimulante, exigente y responsable, presentan una tendencia natural para sentirse motivados por sí mismos, para desarrollar sus propias aficiones y conseguir sus objetivos.

 

Como ha explicado José Antonio Marina en su libro “Los secretos de la motivación”, la fórmula básica de este gran concepto educativo es: 

MOTIVACIÓN = deseo + valores (incentivos, metas) + facilitadores

¿Y cuáles son los tres grandes deseos del ser humano desde que es niño?

  1.  El deseo de bienestar personal (principio de placer).
  2. El deseo de ser aceptado y formar parte de un grupo (principio de reconocimiento o integración social).
  3. El deseo de ampliar las posibilidades de acción (principio de creatividad o superación personal).

Si queremos que nuestros hijos o alumnos se motiven por aprender, tenemos que tener presentes uno o varios de estos tres grandes deseos para conectar la energía que éstos generan por sí mismos como impulso de aquello que deseamos aprendan.

Pero, a este enfoque, que parece demasiado amplio y generalista, debemos sumar alguno o varios de estos ocho recursos para incentivar la motivación, (recordemos que llamamos motivación intrínseca a la que está generada por el propio placer de la actividad a realizar y motivación extrínseca a la que viene reforzada o modulada por incentivos externos, premios o castigos).

1. Recursos motivadores primarios:

  • Modelos: Padres y profesores motivados, con su propio ejemplo, contagian mejor la motivación.
  • Premios: Reconocer el esfuerzo y premiar el deseo de aprender o las conductas adecuadas favorecen la motivación de los hijos y de nuestros alumnos, así como saber que progresamos.
  • Sanciones: Si la desmotivación conlleva consecuencias lógicas y se aprende de los errores, la motivación puede recobrarse o reorientarse hacia una meta.

2. Recursos cognitivos-emocionales de segundo nivel:

  • Selección de información y cambio de creencias: priorizar la información relevante sobre la secundaria, o cambiar las creencias culturales o personales y las expectativas sobre el potencial de nuestros hijos o alumnos, aumenta su motivación y su creatividad.
  • Cambio de sentimientos y deseos: Las emociones y sentimientos despiertan deseos de actuar. La motivación precisa de la cálida energía de las mejores emociones positivas, porque la inteligencia emocional abre con éxito múltiples canales cognitivos para el aprendizaje. Un hogar feliz y una escuela alegre son entornos mucho más motivadores.
  • El razonamiento: explicarle el sentido de las cosas a nuestros hijos o alumnos, escucharles y convencerlos con argumentos razonables mejora la aceptación de las normas, la necesidad de aprender y la motivación.

3. Recursos motivadores de tercer nivel

  • El entrenamiento: La repetición de actos con sentido y la automatización de hábitos facilita el aprendizaje, perfecciona la realización de los mismos y simplifica los comportamientos, reforzando la motivación y liberando recursos y energía cerebral que pueden emplearse en otra cosa.
  • La eliminación de obstáculos: La eliminación de los obstáculos que impiden el aprendizaje es prioritaria y fundamental para re-motivar a nuestros hijos o alumnos porque, si no superan esas barreras, lógicamente se desmotivarán.

Comparto algunos consejos prácticos para que, en circunstancias normales, podamos favorecer la motivación de nuestros hijos o de nuestros alumnos:

 Cuando son bebés (0-2 años)

  1. Estimula el apego seguro de tu hijo o hija desde que nace con caricias y con un entorno cálido y amoroso, donde sea posible alternar la tranquilidad de las rutinas de alimentación y descanso, con la comunicación emocional y la interacción estimulante.
  2. Favorece la percepción a través de sus cinco sentidos y de su desarrollo psicomotriz (desarrollo de la mente a través del movimiento corporal).
  3. Háblale mucho, como si fuese mayor aunque no te comprenda aún.

5. Primera infancia (3-5 años)

  1. Cuando ya hable, dialoga con él y estimula su curiosidad útil con preguntas de opciones abiertas.
  2. Favorece su deseo de conocer con una gran diversidad de experiencias asimilables a su medida, que “construyan” su modo de repensarlas y percibir una realidad rica y llena de posibilidades.
  3. Si pretendemos motivarlo para que incorpore un conocimiento nuevo o para que aprenda una nueva capacidad, conecta ese centro de interés con una interacción divertida, emocionante o placentera.
  4. Cuéntale cuentos y léele libros antes de dormir, con ilusión y ternura, mucho antes de que aprendan a leer, porque desarrollarás su atención, su imaginación y su interés por aprender.

6. Segunda infancia y preadolescencia (6-11 años)

  1. En cualquier proceso de motivación para aprender en la Escuela Primaria ten presente los tres grandes deseos de cualquier persona y a cualquier edad: placer, reconocimiento y aumento de posibilidades.
  2. Sé modelo de curiosidad útil, de motivación y de superación personal.
  3. Dialoga con tu hijo o hija, tu alumno o alumna, y escúchalo para que se sienta comprendido y aprenda empatía.
  4. Transmítele confianza y felicítalo siempre por su interés y por sus progresos a medida que avance en ellos.
  5. Desdramatiza sus errores pero muéstrale la forma de aprender siempre de ellos.
  6. Refuerza su voluntad, su persistencia y su constancia en la tarea.
  7. Permítele un conocimiento positivo de sí mismo, la autoestima de logro, y una mayor autoconfianza en sus posibilidades.
  8. Premia su motivación y sus avances en los estudios con reconocimiento y con privilegios merecidos.
  9. No le des todo lo que te pida sin haber sido merecedor de ello, porque posiblemente no pondrá a prueba su capacidad para conseguirlo.
  10. Colabora con el centro educativo de tus hijos, respeta a sus profesores y vincula los contenidos de sus asignaturas a la vida real.
  11. Ayúdale a ordenar su espacio y su tiempo para el estudio, y favorece su ocio y el desarrollo de sus aficiones personales (deporte, naturaleza, arte, ciencia, tecnología, informática…).
  12. Encuentra su “elemento”, aquello que más le guste y en lo que realmente destaque: puede ser su profesión del futuro.
  13. Fomenta un grupo de amigos para tu hijo o hija que complemente sus cualidades y en el que desarrollen una sociabilidad positiva.

7. Adolescencia (12-16 años):

  1. Consolida los buenos hábitos de motivación conseguidos durante la infancia, actualiza con ellos las normas de convivencia en el hogar y acepta la negociación de los aspectos más relativos, favoreciendo su autonomía y su responsabilidad para cumplir las normas.
  2. Favorece una educación activa y práctica, donde tu hijo o tu alumno, sea el protagonista y, después, enséñale a reflexionar o teorizar sobre lo aprendido.
  3. Acorta el tiempo entre esfuerzo y recompensa: lograr avances concretos, le motivará a seguir aprendiendo.
  4. Prioriza lo esencial en todo lo que pretendas que aprenda para poder relacionar lo secundario y lo terciario mediante mapas cognitivos y mentales.
  5. Vincula y afianza los conocimientos adquiridos anteriormente con los nuevos aprendizajes, lo que reforzará su conexión didáctica y el buen almacenaje en su memoria.
  6. Aumenta la participación de tu hijo en las conversaciones familiares importantes, compartiendo preocupaciones, problemas y posibles soluciones en las que se involucre.
  7. Trátalo como el adulto responsable que esperamos que sea y no lo etiquetes negativamente, sino destaca sus logros y concreta sus comportamientos a mejorar.
  8. Anímalo a imaginar, crear y emprender pequeños proyectos personales
  9. Favorece su pensamiento crítico para informarse con objetividad y pensar con razonamientos lógicos, ponderados y serenos.
  10. Acepta sus sentimientos y comprende sus emociones en la etapa adolescente donde se producen tantos cambios cerebrales como hormonales.
  11. Estimula una alimentación variada y equilibrada de tu hijo, porque –entre otros beneficios– se ha demostrado la correlación entre alimentos concretos y los aminoácidos que favorecen las conexiones de los neurotransmisores que empujan a la acción o motivación.
  12. Estimula el ejercicio físico, el deporte personal y de equipo, porque la resistencia al esfuerzo, la superación y el éxito en estos ámbitos favorece la motivación general.
  13. Hazlo consciente de sus compromisos con la familia, con los estudios y el esfuerzo que requiere aprender para lograr cualquier meta en la vida.
  14. Reconoce siempre sus progresos, su valía personal y muéstrale tu amor y tu confianza en él o ella.
  15. Edúcalo en valores prosociales y éticos, evita los prejuicios y cualquier forma de falta de respeto a los demás e implícalo en un proyecto solidario o social para afianzar su conciencia de pertenencia a una comunidad global.

En suma, motivar a nuestros hijos o alumnos es posible, especialmente si estamos motivados por superarnos como personas, como padres o como profesores, si les hacemos sentir la energía que da amar la vida y aprender a vivir, más conscientes, con más intensidad y con las personas… Éxito seguro!

 

 Artículo enriquecido por: “Los secretos de la motivación”, J.A. Marina (Ariel, 2011)

Lorena Rodríguez

Lorena Rodríguez, Técnica Superior en Actividades Físicas y Deportivas. Maestra con Especialidad en Educación Infantil y Educación Primaria. Coach y Experta Universitaria en Comunicación y PNL. Actualmente continúo mi formación en Psicología.

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