Hoy en día necesitamos familias que eduquen desde la comprensión y la conexión, validando todo aquello que nuestros hijos sienten, siendo conscientes de sus necesidades, intereses y deseos…
¿Qué es el apego seguro?
Los tiempos han cambiado mucho y desgraciadamente las mamás y papás actuales tenemos poco tiempo para educar desde la serenidad. Vivimos a toda velocidad, entrelazando tareas e intentando cumplir con largas listas de cosas por hacer. Haciendo malabarismos para poder pasar con nuestros hijos tiempo de calidad, para conciliar, para no dejarnos llevar por las rutinas y el estrés.
A menudo caemos en el error de educar desde la impaciencia, utilizando los gritos, las amenazas y castigos que tanto dañan a nuestros hijos. Sin ser capaces de dominar nuestra ira, nuestras reacciones desproporcionadas, nuestro mal humor. Mostrando muchas dificultades para encontrar el equilibrio entre la permisividad y la sobreprotección, dejándonos llevar por nuestros estados de ánimos, sintiendo a menudo culpa e impotencia. Sin ser del todo conscientes que nuestros hijos necesitan que estemos presentes y disponibles. Que nos convirtamos en adultos significativos que cuiden y protejan, amables y firmes al mismo tiempo. Que sepamos valorar el esfuerzo y enseñemos a aceptar el error como parte imprescindible del aprendizaje.
Necesitamos familias que eduquen desde la comprensión, la conexión y el amor incondicional. Validando todo aquello que sienten, siendo conscientes de sus necesidades, intereses y deseos, regalándoles un apego seguro y un acompañamiento emocional que les haga sentir únicos. Una relación basada en el respeto mutuo y la pertenencia. Una educación sin expectativas que ahoguen, ni juicios de valor que dañen la autoestima, ni etiquetas que coarten. Que sea capaz de hacerles sentir valiosos, queridos y especiales. Que les anime a ser valientes, a trabajar por todo aquello que se propongan, a soñar en grande.
Creo que en la educación faltan abrazos que arropen, miradas que contagien esperanza, besos que acaricien el alma. Muestras de amor que creen compromisos, que faciliten la comunicación afectiva, que ayuden a vivir en el aquí y el ahora. Gestos que diseñen caminos, que enseñen a entender el mundo que nos rodea, que empoderen.
Eduquemos con besos que den las gracias o pidan perdón. Que sanen, hagan más fácil las despedidas o disipen la desilusión. Que regalen consuelo, cicatricen heridas y acaricien las penas con suavidad. Que recuerden a diario a nuestros pequeños que estamos a su lado de forma incondicional, que nos gustan tal y como son.
Eduquemos con abrazos que se amolden a todos los cuerpos, que acompañen silencios, que inyecten energía. Que rescaten esperanza, ahuyenten al pánico y alivien el sufrimiento. Que transmitan calma y reinicien por dentro. Abrazos que carguen de optimismo y respeten ritmos para aprender.
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