La Inteligencia Emocional es una de las metodologías que activan el aprendizaje y hacen que nuestras experiencias metodológicas sean activas abordadas mirando el corazón y lo que sienten nuestros niños y niñas.

Se han investigado los efectos que una adecuada Inteligencia Emocional ejerce sobre las personas. Fue Howard Gardner quien desarrolló el Modelo de Inteligencias como un abanico de Capacidades Intelectuales: lingüística, musical, cinestésica-corporal, intrapersonal lógico-matemática, interpersonal, naturalista y espacial. De los ocho tipos de Inteligencia que definió, dos de ellas: Inteligencia intrapersonal e inteligencia interpersonal llamaron la atención a Peter Salovery y John Mayer, psicólogos de prestigiosas universidades americanas, presentándolas con el término ¨Inteligencia Emocional¨.

En 1995 cuando Daniel Goleman publicó su libro ¨LA INTELIGENCIA EMOCIONAL¨, fue cuando la comunidad científica, y en particular la investigación educativa necesitábamos datos empírico que demuestren que las destrezas y competencias en Inteligencia Emocional tienen  respercusiones positivas en la vida escolar y personal de los alumnos.

A día de hoy, hay evidencias más que suficientes que demuestran que los niños y niñas emocionalmente inteligentes, como norma general, poseen mejores niveles de ajuste psicológico y bienestar emocional, piensan y sienten teniendo en cuenta los sentimientos de los otros, contribuyen a una buena salud física, poseen una autoestima alta y tienen un mayor numero de recursos `para la resolución de conflictos, favorecen el entusiasmo y la motivación que necesitan para llevar a cabo con éxito los aprendizajes que en el currículo se requieren para explorar, aprender y afrontar desafíos y les permite un mejor desarrollo general y de las relaciones, tanto en el área familia-afectiva como en la educativa y social.

Para mí, convencida de ello y creo en que es importante desarrollar habilidades emocionales en el aula, tarea aún pendiente en la práctica docente. Si queremos construir un individuo pleno, preparado para la sociedad del presente y del futuro, es ineludible educar a nuestros alumnos y alumnas en el mundo emocional, unido esto a las habilidades cognitivas, a la motivación, a la autoestima y al apoyo familiar.

Si la Psicología tiene como objetivo fundamental comprender el comportamiento del ser humano, la Inteligencia Emocional supone un nuevo elemento más a considerar, es una pieza necesaria más del rompecabezas y el contexto escolar se torna el lugar idóneo para fomentar estas habilidades que contribuirán de forma positiva al bienestar personal y social de los alumnos.

Debemos tener claro que no se aprende lo que no se quiere aprender, no se aprende lo que no motiva, y si algo no motiva, se debe a que no genera emociones agradables… Esta es la clave de considerar a las emociones como parte de aprendizaje, por lo cual la Educación emocional se constituye por derecho propio, en una necesidad que va más allá del ámbito escolar.

La educación emocional debe ser puesta en valor y en marcha para procurar priorizar que los alumnos se conozcan así mismos y conozcan a los demás, se respeten, respeten a los otros y al entorno de forma que se produzca un desarrollo integral de su personalidad para la construcción de la felicidad y el bienestar personal.

Por medio de la educación emocional se procura que las emociones que surgen de forma espontanea, no se ¨desboquen¨y lleven a los alumnos a mantener conductas inapropiadas , tanto a nivel físico como psicológico, sino que aprendan y acepen sus emociones y sentimientos, y a decir – y decidir-  qué conducta es la más apropiada en cada momento, – cuantas veces los alumnos luego se arrepienten de sus actitudes y comportamientos…  – Muchos, muchas, algunos, algunas… contribuyendo así y de esta manera a una mejora de calidad de vida.

Soy muy pesada, Insisto que alguna vez he hablado sobre ello, el proceso de enseñanza aprendizaje se ve influido por la forma en que el docente maneja sus propias emociones y sentimientos con respecto a si mismo, su disciplina, su concepción del actual sistema educativo, pero sobre todo por la percepción desarrollada por los alumnos a su cargo, de manera tal que las actitudes que el docente asuma, pueden contribuir a dificultar o a facilitar el aprendizaje por parte de los educandos.

La educación debe ser un proceso integral, donde razón y corazón con emoción constituyen un todo. Todos tenemos dos mentes: una que piensa y otra que siente, pero razón y emoción no se oponen, son dos formas fundamentales de conocimiento que interactúan para construir nuestra vida mental. Los sentimientos son indispensables para la toma racional de decisiones , porque nos orientan en la dirección más adecuada y acertada.

Ambos componentes de la mente aportan recursos sinérgicos; el uno sin el otro resultan incompletos e ineficaces.

El corazón se une a la mente para trabajar juntos por el bienestar de la persona.

Por ello, en el aula muchas veces el aprender depende muchísimo más de la emoción que de la razón con que se trabajen los objetivos de aprendizaje.

Todo esto nos lleva a señalar que ¨si ¨conquistamos¨ el corazón de nuestros niños y niñas, el aprendizaje está prácticamente asegurado¨.

 

Lorena Rodríguez

Lorena Rodríguez, Técnica Superior en Actividades Físicas y Deportivas. Maestra con Especialidad en Educación Infantil y Educación Primaria. Coach y Experta Universitaria en Comunicación y PNL. Actualmente continúo mi formación en Psicología.

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Las emociones no son buenas ni malas, simplemente son, están ahí… conociéndolas y aceptándolas, mucho mejor estará nuestro corazón.

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