Uno de los temas que nos preocupan en la educación de los hijos son los límites y todo lo que influye: normas, disciplina, autoridad, sobreprotección, chantaje, castigos, amenazas, premios…

Analicemos como se pueden gestionar estos conceptos. ¿Son necesarios los límites? , ¿Cuáles deben ser?

Entre el autoritarismo y un exceso de permisividad, se encuentra el equilibrio. ¿Cómo podemos saber dónde está este punto?

Lo primero que hay que tener presente es que los niños necesitan tener límites, y en eso, los adultos debemos trabajar conjuntamente. Nuestros hijos e hijas son como carteles que dicen: ¨No debo tocar esas cosas¨, ¨Podré ver los dibujos después de hacer los deberes¨, ¨Hago esto a cambio de aquello¨… etc. Bajo esta concepción queda legalizado el imperio del NO, no corras, no saltes, no pintes ahí, no te salgas de la raya, no vayas con esos amigos, no hables, no contestes… La educación se ve reducida a lo que no puedes y no debes… para mí, no es así, es ¨saber ser¨ y ¨saber hacer¨.

Lo que se espera es subordinación y obediencia, sometimiento. “Esto es así porque yo lo digo”y aun cuando nos deja amarga sensación, poco dura, nuestro interprete interior ya se encarga de disfrazar de coherencia cualquier pensamiento y rápido busca la justificación para que “hacer sentir mal a los niños” sea imprescindible; hay que hacerlo por su bien y si el niño no colabora, corregir hasta que así sea.

¨En medio, ese niño desconcertado que se ve abocado al juego del tira y afloja¨

El niño asume el mundo externo para lograr un mundo interior. Cuando tengo hambre hay un adulto disponible que me alimenta, y lo hace con esmero y cariño, cuando necesito arroparme hay alguien que se fija en mi necesidad y me procura abrigo (me siento seguro, a mi lado un adulto disponible, sensible, confiable)… Son necesidades evidentes a los ojos del educador, sin embargo no lo es tanto la necesidad de ir poniendo orden en sus emociones, sentimientos y pensamientos. De igual manera que come a diario, los procesos mentales están ahí siempre ¿qué puedo hacer, cuándo y cómo? Me enfado, me siento triste, asustado, entro en rabieta, pego a mis compañeros, no hago nada, si me equivoco se ríen de mi o me castigan… Soy un niño, no dispongo de herramientas para solventar mis problemas ¿dónde está el adulto disponible, confiable, sensible cuando más lo necesito, cuando no sé o no puedo actuar mejor?

¨Cada niño tiene su hoja de ruta. Hay muchos criterios válidos y las estrategias no sirven para todos¨

La urgencia, la responsabilidad ¿pueden hacer que no “veamos el funcionamiento del cerebro infantil”?, no nos damos cuenta de que en las edades cortas muchas de nuestras exigencias son estériles, no hay comprensión, no hay razonamiento, no hay habilidades. Una mala práctica es muy esforzada y sin embargo no efectiva ¿Puede, incluso, que nos olvidemos de que los niños estarán más dispuestos a involucrarse si no están pensando en ganar o perder frente al adulto?

Ha sido y es el enfoque conductista de la modificación de conducta. Los conflictos, los problemas dejan de ser oportunidades para aprender habilidades. ¡El desarrollo de competencias y habilidades personales y de autodeterminación se olvidan, y hay que contemplarlas minuto a minuto!

La falta de límites hace que se sienta desorientado, y eso puede provocar que reaccione de forma inadecuada, no sea capaz de identificar en esencia sus emociones, y menos de poder gestionarlas y que se convierta en una persona totalmente insegura. Saber que se puede hacer y qué no, dónde y cuándo, da seguridad a un niño. ¡Es necesaria!.

Trabajando los límites con los hijos, quizá tropezaremos con nuestra historia personal. Nuestros padres: ¿eran demasiado ¨autoritarios¨  o demasiado ¨blandos¨? , ¿Nos salíamos siempre con la nuestra o, al contrario, callábamos y obedecíamos?, ¿Nos cuesta ponernos ¨serias¨ con nuestros hijos?, ¿Qué sentimos cuando lo intentamos? No debemos juzgas la educación de nuestros padres, ya que un conjunto de ¨todo¨ha cambiado… Muchas personas relacionan los límites con los castigos, y no es el mismo. Los límites son necesarios para los niños, así como el esfuerzo personal para conseguir algo. De este modo se educa para formar personas responsables. El cuadro siguiente nos puede ayudar a averiguar cuál suele ser nuestro estilo:

  • Desprotección: Ausencia de límites. / El niño alborota en el tren, el adulto no dice nada.
  • Sobreprotección: Límites no cumplidos./ El niño alborota, el adulto le excusa de ello.
  • Autoritarismo: Límites sin consenso. / El niño alborota, el adulto le llama la atención, hay emociones no aceptadas ni bien gestionadas.
  • Equilibrio: Límites flexibles. / El niño alborota, el adulto le habla en voz baja, le escucha y encuentran entre los dos, una solución.

¨Límites de corazón¨

  • Calma, ¡fundamental e imprescindible!
  • Tono de voz, mirada, cercanía y amor incondicional.
  • Los limites se anticipan al niño, ¨se pone en antecedente¨, evitan problemas posteriores.
  • Informa, anticipa, ellos no son adivinos mágicos.
  • Es importante mantener la palabra y hacer lo que se ha dicho. No vale decir lo que luego no somos capaces de cumplir y/o hacer.
  • En lugar de resolver por él, fomenta la creatividad, la investigación, la oportunidad… Activa su celebro superior. ¡Capacita!
  • Mantener la calma, ¡estemos donde estemos!, tanto en público como en privado.
  • No cedemos a los chantajes, ni decimos, ¨ Si te callas…, te lo compro¨.
  • Damos a las situaciones la importancia real y actuamos en consecuencia.
  • Crea juegos para realizar actividades o tareas no tan ¨divertidas¨ para ellos.
  • Seamos creativos e inventemos formas de hacerles ver que ellos cuentan, e importa su opinión, decisiones, ideas… pero que nosotros llevamos las riendas. ¡ Y tengamos a mano siempre otras ideas!

¨La cooperación siempre es más poderosa que la obediencia¨

Lorena Rodríguez

Lorena Rodríguez, Técnica Superior en Actividades Físicas y Deportivas. Maestra con Especialidad en Educación Infantil y Educación Primaria. Coach y Experta Universitaria en Comunicación y PNL. Actualmente continúo mi formación en Psicología.

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